El caso de Cataluña

RedYellowPara mucha gente las discusiones sobre la independencia catalana parece un asunto de bueno y malo. Sin embargo, en realidad, los verdaderos motivos a favor o en contra son más bien sentimentales, es decir, una cuestión de gusto. Echemos un vistazo a los argumentos más escuchados en favor de la independencia de Cataluña.

Historia. Hay tantas interpretaciones de la historia, como historiadores. Por lo tanto, la única manera de estudiar la historia es el estudio de todas las diferentes interpretaciones. Un ejemplo de esto es la Guerra de Sucesión de 1703 – 1714, que según los nacionalistas catalanes fue un asunto de Cataluña luchando por la libertad en contra de España, mientras que para la mayoría de la gente fuera de Cataluña en realidad era una guerra que montó Inglaterra contra Francia por su implicación con el nuevo rey de España. Sin duda, los ejércitos que participaban consistían, como siempre, más que nada de pobres diablos que no podían ganarse la vida de otra manera. Está bien tener interpretaciones diferentes de la misma historia. Sin embargo, si sólo una versión de la historia se presenta como la única verdad, se convierte en un caso de propaganda populista, que es exactamente lo que la Generalitat de Cataluña ha hecho cuando convirtió el antiguo mercado del Born (“el Mercat del Born”) en un monumento para el caso nacionalista (http://www.mercatdelborn.org/).Otro ejemplo de revisionismo histórico es el caso de Franco. A menudo (vease: http://dinzo.wordpress.com/2010/04/09/debate-sobre-catalán-nationalism/), está presentado como un ejemplo de cómo España ha suprimido Cataluña en vez de como un dictador que suprimió a toda España.

Por otro lado, las personas en contra de la independencia de Cataluña a menudo usan el argumento de que “Cataluña nunca fue independiente”. Esto también es una cuestión de interpretación porque aunque Cataluña fuera parte del reino de Aragón, tenía una gran autonomía y su propio parlamento tenía privilegios que después España le prohibió. La verdad es que los argumentos históricos no son neutrales. Basta pensar en el asunto de Israel vs. Palestina y el asunto de quien realmente son “los habitantes originales” para entender a qué voy. Si la historia fuera un argumento para decidir como las fronteras deberían ser, podríamos volver también al Imperio Romano.

“Espanya ens roba”. Muchos catalanes se quejan sobre tener que pagar impuestos para otras partes de España. En pocas palabras esto se traduce en “España nos roba”. Esta frase puede significar muchas cosas:

1) Cataluña paga más impuestos que otras partes de España. En realidad, esto no es cierto: Cataluña, Madrid, Valencia y las Islas Baleares son los que más pagan. De hecho, me parece de sentido común que las partes más ricas de un país paguen más que las regiones más pobres. En una Cataluña independiente me imagino que también Girona y Barcelona pagarían más impuestos que Tarragona. (O tal vez Girona quiere independizarse de Tarragona también?) Es irónico, que incluso catalanistas de izquierda vienen con este argumento. A veces parece que ser de izquierdas en Cataluña sólo significa comprar la ropa en las tiendas de Desigual. (Conozco un independentista que insiste en pensar que soy de derechas, sólo porque no estoy a favor de la independencia.) Irónicamente, mi país de origen (los Países Bajos) está quejándose de todo el dinero que pagaron a los paises del Sur Europa (y sí, eso incluye a Cataluña) durante años.

2) Los políticos españoles roban. Esto es cierto, pero lo mismo pasa con los políticos catalanes. El reciente escándalo sobre Pujol es sólo la punta del iceberg y lo más sorprendente de todo fue que muchas personas (tanto dentro como fuera de Cataluña) fingieron que no lo sabían antes. Todos los grandes partidos en España, incluyendo Cataluña, han estado implicados en numerosos escándalos de corrupción.

España es diferente. Sí, España es diferente, sobre todo porque no es una sola nación, sino una colección de culturas y lenguas y con una amplia diversidad de gastronomía, culturas, tradiciones y muchas influencias de varias culturas y lenguas europeas y árabes. Es irónico, sin embargo, que la mayoría de los independentistas catalanes – al igual que los unionistas españoles – insisten en ver España como una sola cultura. Así, mientras que los independentistas catalanes (con toda razón) piden respecto para la cultura y el idioma catalán, no reconocen el aspecto multicultural de España. La razón de esta paradoja es que si aceptaran que España es un país multicultural deberían plantearse que Cataluña podría encajar perfectamente. Pero al igual que los partidos centralistas españoles PP y PSOE niegan esta realidad multicultural, también lo hacen los partidos independentistas catalanes, especialmente CiU y ERC. Todo para más votos, por supuesto.

También hay los comentarios que España es corrupta, no democrática y retrasada  tanto social como políticamente. Y aunque gran parte es cierto en cuanto se refiera al sistema político de España, también es verdad de Cataluña. Y al igual que en el resto de España, no sólo los políticos sino a toda la sociedad tiene una larga tradición de trabajar en negro, mentir sobre los gastos de viaje y las dietas, engañar a la seguridad social o manipular las tasas de éxito en las escuelas y universidades, en fin, todo lo de que se acusa a España continuamente. También en temas como la violencia de la policía, una justicia mal funcionando y la falta de transparencia política Cataluña es igual de nefasto como el resto de España. En los últimos tres años la fuerza policial catalana “Mossos d’Esquadra” eran responsables de al menos dos muertes (y en un caso de amenazar a los testigos para que entregaran sus teléfonos móviles por si acaso hubieran filmado los acontecimientos) y al menos una chica perdió un ojo durante una manifestación pacífica. Las policías responsables siguen trabajando y el secretario del Departamento de Justicia no ha dimitido, lo que hubiera sucedido en un pais civilizado.

Además, la mayoría de los independentistas son incapaces de creer en la independencia catalana sin insinuar que España tenga una cultura inferior (o ninguna cultura en absoluto). A veces eso se hace de forma implícita (indicando una y otra vez que “los catalanes somos gente seria y trabajadora”, sugiriendo que los españoles no lo son). A veces es de manera más explícita, mediante insultos o terribles generalizaciones dirigidas contra España y cualquier persona que defiende España. (Dicho sea de paso, he trabajado con muchos españoles y viajado por toda España y la única diferencia en cuanto a la ética de trabajo que he notado es que los camareros en Barcelona son, con mucho, los más bordes y incompetentes de toda España: https://dinzoes.wordpress.com/laguiainfernal/.) A menudo he oido catalanes quejándose de los insultos españoles contra los catalanes. Aunque nunca lo he presenciado (y mi novia es catalana y viajamos por toda España) no digo que nunca pasa, pero seguro no más que los innumerables insultos que he escuchado en Cataluña dirigidos contra personas de Madrid, Galicia, Andalucía y Valencia. El ex-presidente catalán Pujol escribió lo siguiente en sus memorias sobre los inmigrantes andaluces en Cataluña: “El hombre andaluz no es un hombre coherente, es un hombre anárquico. […] vive en un estado de ignorancia y de miseria cultural, mental y espiritual. […] destruiría Cataluña. E introduciría su mentalidad anárquica y pobrísima, es decir, su falta de mentalidad”. En mi país de origen, los últimos diez años algunos políticos han dicho este tipo de cosas sobre los inmigrantes de Marruecos. La palabra para este tipo de discurso es racismo.

Una vez estuve en un taxi en Madrid con una colega catalana, que me hizo un gesto para que bajara mi voz cuando hablé sobre una otra colega con un nombre típico vasco. Cuando salimos, explicó: “En Madrid, es mejor no mencionar nombres vascos”. No tengo ninguna duda que al taxista le importaba un bledo el origen de los nombres que había mencionado. Cuando más tarde le comenté que Madrid me parecía preciosa, me respondió: «sí, pero es pagado con los impuestos de Cataluña.» Aparte de no ser la verdad, me sorprendió por el rencor de sus palabras.

Sentirse parte de una nación. Al fin y al cabo, las discusiones sobre la independencia catalana se reducen a esto: para muchos catalanes el hecho de tener una cultura y un idioma diferente, significa que también deberían tener su propio país. Por supuesto, una gran cantidad de personas en todo el mundo piensa así: en Rusia, Ucraina, Escocia, Israel, Palestina, etc … Parece un deseo humano muy básico, a menudo conectados con palabras como “identidad”. Pero a mi no me gusta. Es cierto que Cataluña tiene una lengua y una cultura diferentes, pero ¿por qué esto implicaría necesariamente la segregación cultural? ¿Qué hay de bonita en la separación de las personas en diferentes países, cada uno con “su propia cultura”? Una de mis razones en contra de la independencia es que quiero sentirme parte de España, con todas sus culturas y lenguas, y no sólo de Cataluña con la ilusión de una sola cultura y un solo idioma (por supuesto, en realidad no hay tal cosa como «una sola cultura»). Algunas personas argumentarán que obligar a culturas distintas a vivir juntos siempre crea problemas (China, Yugoslavia, Israel/Palestina). No niego que muchas personas creen en la segregación de las culturas (hay una palabra holandesa infame para esto: “apartheid”), pero eso no hace más atractiva la idea de seperación. El hecho de que la gente tiene prejuicios contra otras culturas y personas que ni siquiera conocen (en lugar de sus gobiernos ineludiblemente incompetentes (o peores)) sólo por sus maneras distintas de hablar/vestir/comer, no significa que yo debería pensar así también. Todavía quiero creer en un país donde las diferentes culturas viven juntas sin la necesidad de poner fronteras entre ellos. Según algunos, esto no es un punto de vista realista. Yo creo que por lo menos es un punto de vista muy racional. Soy conciente de que el mundo no funciona de una manera racional (el racismo, la destrucción del medio ambiente, la religión, la corrupción, todos asuntos realistas pero irracionales), pero prefiero ser racional que de sucumbir a una realidad que me parece fea.

Otro asunto de gustos son las banderas. La idea de caminar entre una multitud de gente todas con las mismas banderas (de cualquier color) para mí es repelente. Como llevar un uniforme porque vives en algún lugar del mundo en vez de otro. Aún así, puedo – a regañadientes – reconocer que se puede identificar con una bandera simplemente para honrar a un cierto patrimonio cultural y compartirlo con otras personas para mostrar la adhesión a un “grupo de personas”. Claramente, en todo el mundo, la mayoría de las personas quieren sentir que pertenecen a una “nación”. Pero eso no significa que me guste más.

Cambio. No estoy en contra de la consulta. ¿Cómo podría estar en contra de pedir la opinión de la gente? Sin embargo, tampoco es un obvio “derecho democrático” tomar decisiones de largo plazo por medio de referendums. Tenemos los parlamentos para esto y hay una razón para tener un “amortiguador” parlamentaria que sirve para evitar el populismo. En cualquier caso, ya que tanto en España como en Cataluña el sistema político claramente no es plenamente democrático, sin duda ya es buena hora para hacer cambios. Sin duda este proceso de independencia les va muy bien a algunas de partidos políticos, tanto en España como en Cataluña para que la gente se olvide de otros temas: la corrupción, los recortes económicos en la sanidad y la educación (que como siempre afectan especialmente a los más pobres), el sistema bancario, la violencia policial, … Estaría muy a favor de grandes cambios en España y Cataluña y, de hecho, en los últimos años, algunos acontecimientos positivos han ocurrido, como una creciente conciencia pública de que las cosas tienen que cambiar y las iniciativas políticas como “Guanyem” (en Barcelona) y “Podemos” (en toda España), centrándose en más transparencia democrática y poner fin a la corrupción.

No veo cómo una Cataluña independiente ayudaría a hacer estos cambios necesarios. No tengo la sensación de que una Cataluña independiente sería un país agradable. Si sólo hubiera más margen para la duda y la ambigüedad, menos orgullo nacionalista y un equivocado sentido de superioridad, menos banderas y menos fervor por la segregación cultural y linguística y más respeto por otras culturas… Si “sentirse catalán” no parecería significar ser miembro de un club de personas privilegiadas y estar a favor o en contra no se tradujiera en bueno y malo, quizás me habría tenido sentido diferente. Mientras que en España vivo en una sociedad multicultural con un gobierno horrible, en una Cataluña independiente viviría en un entorno de segregación cultural con un gobierno terrible. En cuyo caso, para mí, haberme movido hacia aquí sería un caso de «salir de Holanda-mala para entrar en Holanda-peor».

Acabo con una anécdota de algo que sucedió hace décadas. En el instituto de física holandesa donde trabajaba, tenía un colega alemán, también amigo mío. Había una copa mundial de fútbol y Alemania acababa de perder un partido (me olvidé contra quién). El día siguiente, haciendo cola en la cantina, una mujer que trabajaba allí – que nunca antes nos había hablado – se acercó y señaló con un dedo a mi amigo, con el rostro lleno de rencor: «Has perdido!». Mi amigo fingió no entenderla, golpeando los bolsillos de sus pantalones: «No, gracias, no he perdido nada. Aún tengo mis llaves, mi billetera…» La mujer no lo escuchó y repetió: «¡Sí, sí! Has perdido!». Odio puro. Su reacción es bastante común en los Países Bajos sobre todo cuando se trata de una combinación de fútbol y Alemania. Algunos lo llamarían una expresión saludable de orgullo nacional pero yo no soy uno de ellos.

(In English: http://dinzo.wordpress.com/2014/11/08/the-case-of-catalonia/ )

4 comentarios en “El caso de Cataluña

  1. Felip dijo:

    Por cierto, estaría bien que pusieses ejemplos concretos de historiadores o instituciones presentando la Guerra de Sucesión como «un asunto de Cataluña luchando por la libertad en contra de España».
    La verdad es que, como pasa siempre con la historia, abundan las interpretaciones más o menos parciales o subjetivas. Pero lo de presentar la Guerra de Sucesión en su conjunto como una guerra entre Cataluña y España nunca lo he visto ni entre historiadores ni entre instituciones.
    La Guerra de Sucesión pasó por muy diversas fases y en cada una de ellas convergieron diversas ideas e intereses. Cualquier análisis que niegue alguno de ellos es, por fuerza, simplista. Parece razonable considerar que acabó derivando en cierta medida en un enfrentamiento entre los territorios de la Corona de Aragón y su manera de entender la organización del Estado, contra el absolutismo francés y el acomodo que encontraron en él los territorios de la Corona de Castilla. No querer ver ese aspecto de la fase final de esa guerra constituye también un caso flagrante de parcialidad partidista.
    Evidentemente, ese aspecto de la Guerra de Sucesión no equivale a un movimiento independentista tal como entendemos el independentismo actualmente. Pero también es evidente que ese episodio, y sobretodo la represión posterior a la rendición de Barcelona y Cardona, fue un componente importante de la gestación del malestar de Cataluña dentro de España. No el único. Ni el primero. Ni quizás el más importante. Pero contribuyó mucho a ese malestar innegable.

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