Viaje de las conciencias

En el andén, sólo estaba él. Carles era médico. Era uno de esos trabajos que eran imprescindibles para la sociedad. Así que cuando llegó el metro, tampoco se sorprendió de que estuviera casi vacío. Vio la cara del conductor en la cabina delante y luego vio pasando los asientos vacíos y una o dos personas sentadas, con mucha distancia entre ellas.
El metro paró y Carles entró. Nada más sentarse, de repente pensó en sus nietos. ​ Le entró una gran preocupación. Hacía más de un mes que no los veía. ¿Volvería a verlos? Le entraron ganas de llorar pero se contuvo. Su hija le había dicho que era demasiado sentimental. Tenía que ser práctico. Después de que muriera su marido…
Carles se levantó. Era su parada. ¿​Qué era esto de sus nietos? Carles tenía 34 años. No tenía nietos. Ni un marido muerto. Pero había parecido tan real… Quizás no debería haber tomado dos cafés esa mañana. Le costaba despertarse últimamente. Estaba cansado continuamente, pero cada día había más trabajo. Se apresuró. No quería llegar tarde.
Once horas después había salido del trabajo y otra vez entró en el metro de vuelta. Nada más sentarse en un asiento (otra vez, el metro estaba casi vacío) ​ pensó en su novio . ​ Llevaban 3 años juntos y últimamente estaba preocupado. No se peleaban, nunca se habían peleado mucho pero esto era casi peor: casi no se hablaban. Su novio tenía su música y sus máquinas para grabar y se encerraba durante días, semanas enteras en su despacho, grabando canciones. Durante la semana no importaba, pero incluso los fines de semana cada uno tenía sus cosas, sus aficiones, sus grupos de amigos diferentes. Le echaba de menos. A veces sólo tenía ganas de abrazarle con pasión, besarle…
Había llegado a su parada. Carles se levantó. ¿Pero ​qué ​novio? No tenía novio. Siempre había pensado que más bien le gustaban las mujeres. Tampoco tenía novia. Y no conocía a nadie que hiciera música. En el momento de salir del metro, Carles de repente cambió de idea. Aunque le parecía una idea absurda, una tontería, una locura, se sentó otra vez en otro asiento.
Estaba muy enfadado con su padre. Esta mañana quería comerse los cereales de chocolate pero como no era domingo su padre no le ha dejado. ¿Por qué los cereales de chocolate sólo se podía comer los domingos? ¿Acaso no los necesitaba más durante la semana? Ya solo por el miedo que tenía que pasar en la escuela por ese abusón quien le insultaba o se reía de él delante de todos…
Increíble… Se levantó. No se lo podía creer. ¿Cómo era posible aquello? Hizo un gesto de incredulidad. No le quedaba nada más que probar otro asiento.
En un recipiente, mezclar la harina, los huevos y la leche. Esto es lo principal. Obvio. El primer gran secreto que le pasó su abuelo, que lo aprendió de su vecina (de quien se decía que también era su amante), es también añadir polvo de vainilla. Luego, hacer fundir la mantequilla y freír una loncha de beicon. Usa la grasa del beicon para engrasar la sartén (el otro secreto que le contó el abuelo) y luego usa un cucharón para verter una parte de la masa en la…
Carles se levantó y, nada más sentarse en otro asiento: ​ símbolos. Símbolos lógicos que comprendió perfectamente. Los símbolos tenían nombres también: «integral» (la forma de una serpiente), «sigma» (la forma del número 3, pero al revés), y luego combinaciones de símbolos que representaban curvas en el espacio-tiempo y algo que no cuadraba, algo que debería ser un número no demasiado grande pero, sin embargo, llegó a ser un número infinito. ¿Dónde estaba el error?
Otra vez Carles se levantó. Ya no podía negar lo que le estaba pasando. ¿Cuántos asientos más necesitaba comprobar? Tanta gente que había pasado por allí. Una tras otra persona, que se habían sentado y luego se habían ido para seguir con sus vidas. Pero parece que algo habían dejado atrás. Y había tantas preguntas también: ¿cada asiento sólo representaba a una persona en concreto o iba cambiando? ¿Desde cuándo pasaba esto? ¿Tenía algo que ver con su profesión de médico?
Una prueba más. Se puso a caminar hacia el final del tren, justo detrás de la puerta de la cabina del conductor. El último asiento. A ver. Carles se sentó.
El dolor era intenso pero duró muy poco. Y luego se olvidó y empezó a entenderlo todo. Incluso sin pensar. Era tan obvio. Había perdido tanto tiempo en buscar y pensar y preocuparse. Y mientras tanto, la solución siempre había estado delante de su nariz. Y no sólo era evidente, indudable, natural, justo, sino que al mismo tiempo no era nada de eso, porque todas esas palabras eran demasiadas para describir una obviedad tan simple. Y el metro, los asientos, las ventanas del metro, hasta el grafiti en las ventanas del metro ahora tenían sentido. ¡Claro! Todo estaba claro. Estaba todo muy bien, todo era exactamente como debería ser.
Alguién le tocó en el hombro. Carles abrió los ojos. Delante de él estaba el conductor. Estaba a más que un metro y medio de distancia, pero para despertarlo tenía que haberlo tocado brevemente con la mano.
—​ Disculpe. Última parada, señor — dijo el conductor.
Carles se levantó. — ​ ​ ¿Qué ha pasado? — ​
—​ Se ha quedado dormido, señor. — Dudó antes de continuar. — ​ ​ En realidad, me ha dado un susto. Hace poco días en este mismo asiento había un señor mayor. Pensaba que estaba durmiendo, como usted ahora mismo. Pero cuando intenté despertarlo, resultó que había muerto. ¡Un susto, señor! Pero lo que más me llamó la atención era su cara. Parecía tan feliz, casi daba envidia. ​ —
Carles se levantó, le dio gracias al conductor y se fue a casa. Prefirió ir caminando esta vez. Mañana, a ver si podría tomar un taxi para ir al trabajo.

El split del proces.

 

splits

Que hagan lo que quieran pero que decidan una vez si van en serio o van de broma. Hay dos posibilidades:

  1. Iban en serio. De verdad querían montar un país independiente. No era sólo una opinión sino un plan que iba en serio. Tenían un «full de ruta» y un plan completo y preparado para su república utopia catalana fuera del estado español. En este caso, me parece evidente que España les iba llevar al juicio. Cualquier país lo haría. Igual no de manera tan torpe como España, pero – vamos – la mayoría de los revolucionaros tampoco actúan de manera tan torpe como han hecho los independentistas catalanes. Si yo fuera independentista estaría completamente de acuerdo que nuestros políticos se rebelaran contra el estado español y por consecuencia considerados como delincuentes por ese estado.
  2. Era una broma. Un farol. No prometieron en absoluto «estar libre dentro un año». Bueno, sí, lo prometieron, pero no iba en serio. Era sólo «una opinión». En esta caso, por supuesto, no deberían ir al juicio. Pero me parece que mucha gente – especialmente independentistas – sí lo tomaron en serio. Había miles de personas en el Paseo Lluis Companys, el 10 de Octubre 2017, que en serio creyeron que iban a declarar un DUI. He oído a mucha gente en esas fechas decir que «ahora somos independientes y tenemos nuestro país» y se lo creyeron. Así que estos independentistas pensaron lo mismo como ahora piensa la justicia española: que no era «sólo una opinión». Y entonces, si era una broma, ya no es un caso del justicia española, pero sí de la gente de Cataluña que hayan sido engañados por unos políticos que les han mentido.

Personalmente, todo de esta farsa me da bastante igual. Los problemas de verdad: el cambio climático, la economía internacional salvaje, el aumento de fascismo, la prepotencia de los grandes poderes de este mundo, todo esto no depende de los colores de un trapo. Que hagan lo que quieran pero que decidan una vez si van en serio o van de broma.

dos perros y un gato

A mi no me gustan mucho los perros.
No les deseo ningún daño pero tampoco me hacen ninguna gracia.
Si veo dos perros luchando por un hueso, no me interesa qué perro va a ganar.
Además, me identifico más con los gatos.
Los perros miran al gato y lo llaman equidistante.
Así que por qué tengo que preocuparme sobre los perros?

Plancton

El bus llegó a tiempo. Subí y me senté. Por la ventana vi pasar los edificios. Empezó a anochecer. Cerré los ojos. Antes de salir de casa me había puesto tapones en los oídos. Así, sin ver ni oír nada, sólo pude fijarme en los movimientos. Me imaginé que era una especie de animal marino. Un animal prehistórico, flotando en un mar joven e inocente. No hacía falta ojos ni oídos en este mar. Solamente podía sentir una marea eterna, y – eso sí – el calor del sol que sentía cerca de la superficie. No podía navegar. No tenía tentáculos para controlar a donde fui. Tenía que aceptar ir a donde el mar me llevaba. Sentí que a veces, con una ola más fuerte, mi movimiento era más brusco. A veces, sentí el contacto con otros objetos que no era agua. Quizás fueran rocas o algas u otros animales flotantes. No tenía importancia. Sin vista ni oído, el tiempo deja de hacerse notar. El tiempo pasó pero sin que pudiera decir si pasaron horas o minutos. Y luego, ni el tiempo mismo tenía sentido. Sólo flotaba en el bus, la línea V21. ¿Cuántas paradas habíamos pasado?

Intenté acordarme de adónde fui. Intenté acordarme de mi nombre. La confusión me hacía gracia. Ya no había bus. Como cuando has dormido encima del brazo y luego no puedes moverlo. Te dices a tu mismo que en cualquier momento el brazo volverá a funcionar. Es una sensación extraña pero no te preocupa porque estás convencido de que no es para siempre. Intentas jugar con esta convicción. Con las dudas, también. ¿Hasta dónde puedes llegar? Sonreí.

Abrí los ojos.

La luz del sol, de allí arriba, parecía un caleidoscopio de colores en el agua. Desde la superficie sólo pude ver el cielo y el mar. Luego ya no había ojos. Luego ni yo.

 

 

Referéndum no es democracia

Un referéndum no es democrático porque:

  1. pasa por alto el parlamento democráticamente votado
  2. en vez de representar la diversidad de una población, sólo da favor a una parte de la sociedad (tiranía de la mayoría)
  3. engaña por presentar preguntas binarias (sí/no) sobre temas con detalles complicados (¿qué implicaciones tiene sí o no?)
  4. se basa en la idea de un sólo pueblo con una sóla voz en vez de una sociedad diversa con una variedad de intereses e ideas.

 

Explicado en más detalle: Por qué un referéndum no es democracia

 

Mejor pais

Dicen que van a construir un mejor país.

¿Será un mejor país donde los mossos que mataron a Juan Andrés Benítez, quitaron un ojo a Ester Quintana, pegaron a inocentes en las manifestaciones de «15M» salieron impune? ¿Será un mejor país donde llaman traidores a Isabel Coixet, Joan Coscubiela, o Joan Serrat? ¿Será un mejor país donde se piensa que Puyol que «ens vaig robar» es un heroe? ¿Donde se piensa que los del partido del caso Millet son heroes? ¿Será un mejor país donde llaman vagos a los andaluces y fachas a los valencianos? ¿Donde llaman «democracia» que un voto en Girona vale el doble que en Barcelona? ¿Donde piensan que un referéndum es «democracia» (y no, no lo es), y donde, para más inri, un referéndum sin garantias, sin explicaciones sobre las consecuencias (tipo Brexit) es considerado «democracia»? ¿Donde se piensa que «un solo pueblo» es una frase bonita que justifica imponer políticas, sin respecto para gente que piensa de manera diferente y más allá de banderas y el uso populista de «el pueblo»? ¿Donde a base de – como máximo – una pequeña mayoría de votos, se justifica una declaración de independencia que no es lo que quiere una gran parte de la populación? ¿Donde si no quieres elegir entre dos malos, te llaman «equidistante» que parece que es lo peor?

No creo.

Por qué un referéndum no es democracia.

Mejor dicho, aunque un referéndum sea una forma de hacer democracia, en muchos sentidos fundamentalmente va en su contra.

Una democracia, a diferencia de lo que piensa mucha gente, no equivale a «hacer lo que quiere la mayoría». Al contrario, en una democracia parlamentaria representativa, todos los ciudadanos deben tener voz. Es decir, una democracia debe respetar y proteger la diversidad dentro una sociedad. Debería cuidar de los intereses de todos los ciudadanos y no solo de los de «una mayoría». Un referéndum hace lo contrario: da toda la razón a una sola opinión sin llegar a un acuerdo con los demás.

Para garantizar y proteger la democracia contra extremos como el fascismo o el comunismo, se necesitan algunas bases intocables , como por ejemplo la garantía de libertad de expresión y opinión o la igualdad ante la ley de todas las personas. Normalmente, esto se hace con una constitución. Un referéndum pasa por alto estas condiciones y no respeta el camino ordinario (y lento) de una democracia. Así, se pueden someter a voto cosas como el matrimonio homosexual (que debería ser un derecho fundamental y constitucional en cualquier caso), la pena de muerte (que nunca debería ser una opción) o «la voluntad del pueblo» (que va en contra de la diversidad en una sociedad).

Los referéndums siempre se justifican con el concepto «lo que quiere el pueblo». Ya hemos visto que este concepto va en contra de la idea de una sociedad diversa. En una democracia, cada individuo debería sentirse representado, independientemente de su religión, color de piel, género, orientación sexual y gustos. Nadie se puede considerar un «traidor al pueblo» por el mero hecho de tener una opinión diferente. Los que voten en contra forman parte igual de la sociedad.

Las decisiones políticas para gobernar un país deben ser prácticas, realistas y coherentes. La política nunca es elegir entre A o B sino entre un conjunto de decisiones que llevan a una serie de acuerdos. Todo está conectado y tiene consecuencias internacionales, económicas, climáticas, de empleo, etcétera. Sin embargo, los referéndums casi siempre son monotemáticos: ¿quieres A o B? Lo que resulta una manera muy fácil de manipular, o mejor dicho, de mentir a los ciudadanos. Si pongo en un referéndum «¿Quiere usted agua y aire limpios, sí o no?», me imagino que ganará fácilmente el sí. Con este resultado en la mano, puedo entonces prohibir los coches o solo permitir viajar en avión una vez cada cinco años. A ver cuánta gente estará de acuerdo con esto (yo sí, por cierto). Está claro que para poder elegir hay que conocer las consecuencias de esa elección. Por ejemplo, si quieres la independencia de una región dentro de un país que está en la Unión Europea, ¿también quieres salir de la UE? O, si quieres salir de la UE, ¿es verdad que habrá más dinero para los servicios públicos como la sanidad? El Brexit es un buen ejemplo de una manipulación de la gente para que votara en contra de sus intereses.

En una democracia se hacen cambios políticos y nuevas leyes por medio de un gobierno bajo el control de un Parlamento. Esto evita cambios radicales a corto plazo, pero a largo plazo significa que se puede influir en las decisiones ya tomadas , según las consecuencias de estas decisiones. Así se pueden controlar y corregir continuamente las consecuencias. Un referéndum es como tirar los dados: todo o nada, y luego a aguantar lo que pase.

No es casualidad, pues, que varios dictadores (Mussolini, Franco) hayan usado referéndums para simular una seudodemocracia. La idea de que «el pueblo elige» (que ya sin más es una idea populista) lleva fácilmente a la manipulación, la unificación, y la demonización de «disidentes» y «traidores» (los «no pueblo»). El referéndum es una manera obvia de pasar por alto el Parlamento, es decir, es un atajo antidemocrático.

Es evidente que una democracia de verdad, pues, es lenta, nunca te da exactamente lo que quieres, e implica concesiones entre los intereses de todos los ciudadanos y no un favor a algunos. Quizás la gente que cree en los referéndums debería entender mejor que en una democracia de verdad, la realidad es más bien como dijo un gran filósofo: